Pero algo que no había cambiado era coser. La ropa la seguían cosiendo personas pieza a pieza, manualmente, con hilo y aguja, pero era algo que iba a cambiar con la llegada de una máquina de coser pespuntes patentada por el inventor Elias Howe. Hizo su aparición en Estado Unidos en 1846 y fue rápidamente mejorada gracias el esfuerzo y a las aportaciones de muchos inventores e ingenieros en 1850.
La tecnología clave necesaria era una máquina que pudiera realizar el pespunte, una costura que no se deshiciera si la persona tiraba del hilo. Las máquinas de coser Singer fueron las primeras en conseguirlo a escala comercial en la segunda mitad del s. XIX.
El mecanismo sigue siendo tan ingenioso como cuando se inventó. Una aguja enhebrada se clava y atraviesa la tela desde arriba. Así se forma un bucle de hilo por debajo. Debajo de la tela, un gancho atrapa el bucle y después lo enrolla alrededor del hilo de una bobina. Una vez el gancho lo suelta, la aguja superior atrapa el bucle y cierra el punto.
Una máquina de coser puede hacer costuras largas, rectas y resistentes diez veces más rápido que una costurera o un sastre lo harían manualmente.
Toda esta tecnología encajaba con otra innovación de la época de la Guerra Civil: prendas en talla estándar que hacían posible producirlas en serie en las fábricas.
Es un modo de comprender el cambio que se produjo en el mercado. Durante la revolución, los norteamericanos no disponían de un uniforme estándar. Los soldados se llevaban sus propias prendas al campo de batalla. No había modo de que el ejército se pudiera permitir pagar los uniformes porque la ropa era muy escasa y cara.
Durante la Guerra Civil, un soldado normal recibía del ejército tres pares de pantalones, tres camisas, dos chaquetas, un abrigo y varias prendas íntimas como calcetines.
La abundancia en el vestir, todo en tallas estandarizadas, fue posible gracias a la revolución industrial textil. Ingenieros e inventores tuvieron una influencia enorme en el sector.
Elias Howe |
Máquina de coser Singer |
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