Aunque las máquinas de guerra tienen su origen alrededor del año 400 a. C. en las civilizaciones griega y romana, normalmente asociamos estas estrategias de asedio a los asaltos de los castillos en las batallas medievales. Esto explicaría la fecha de incorporación del término al léxico común.
En aquella época, dos eran los tipos de catapulta más extendidos: el mangonel (o mangana) y el fundíbulo (o trabuquete). El mangonel consistía en un dispositivo de torsión para acumular la energía para el disparo, mientras que en el fundíbulo se utilizaba un contrapeso. Este último era especialmente potente, capaz de lanzar piedras de hasta kg de peso contra los muros de un castillo para derribarlo, y tenía un alcance de cientos de metros. Cuando no se utilizaban para disparar proyectiles, las catapultas podían arrojar objetos incendiarios o cadáveres de animales, o personas con enfermedades infecciosas.
Los mecanismos de ambos eran sencillos diseños. El fundíbulo consistía en un brazo o viga que disparaba la honda con el impulso del contrapeso situado en uno de sus extremos. En una de estas máquinas de grandes dimensiones este brazo podía medir hasta 18 metros de largo, y el contrapeso podía llegar a las 10 o 12 toneladas.
En el mangonel, por otra parte, se usaban cientos de cuerdas tensadas y torsionadas. Para amartillar la catapulta había que tirar del brazo hacia abajo unos 90 grados, añadiendo aún más tensión a las cuerdas. Una vez liberado, las cuerdas lanzaban el proyectil al recuperar su posición original.
En el año 1304 se construyó el que está considerado como el fundíbulo más grande utilizado nunca en un asedio en Escocia. Lo llamaron "el lobo de guerra". Después de repetidos impactos de proyectiles de mas de 136 kg, uno de los muros del castillos Stirling se derrumbó. La batalla se ganó utilizando un ingenio mecánico para derribar los fortificados muros de piedra.
Mangonel |
Fundíbulo |
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