jueves, 14 de noviembre de 2013

Eduardo Barreiros



Comenzaré este blog hablando por si fuese poco de uno de los más grandes del mundo de la ingeniería, una persona que sin tener más estudios que los necesarios para aprobar un permiso de conducir, se involucró en uno de los proyectos más asombrosos que jamás llegaré a conocer. Hablo de EDUARDO BARREIROS. Este célebre personaje es conocido por la transformación patentada de los motores gasolina a diésel, y por la posterior transformación de camiones y vehículos industriales.
Con tan solo 14 años es tan hábil con la mecánica que resulta curioso ver como repara el autobús de su padre en medio de los trayectos entre Orense y Pontevedra mientras todos los pasajeros se arremolinan a su alrededor.
En 1936 la empresa Barreiros sufre un gran revés cuando el único autobús que poseen es confiscado para transportar a las tropas franquistas. El joven Eduardo se presenta voluntario como chofer del vehículo y no poco tiempo después ve como su apreciado autobús vuela por los aires.
Tras el regreso de la guerra, construye con piezas de desguace una máquina barredora de carreteras que aligera el trabajo de cientos de operarios en la ansiada reforma de la red de carreteras del estado. Esto, le da paso a crear una empresa de construcción, BECOSA, es con esta con la que lleva a cabo el proyecto de mayor envergadura, construir el dique de la playa de Castellón.
Durante la construcción de este, Eduardo decide sustituir los hasta ahora railes empleados para la construcción de diques por tres camiones importados desde Rusia, sin embargo, existe un problema. Estos tres vehículos montan motores gasolina y además la consumen desaforadamente. Eduardo tiene en mente la sustitución de los motores gasolina por unos diésel importados desde Alemania, pero esto es muy costoso e inviable.
Para una mente tan despierta como la de Barreiros, la pregunta es obligada, ¿se podrán transformar los motores gasolina, para que funcionen con gasoil? Este, escribe a varios ingenieros industriales para comprobar la viabilidad de su propuesta, pero la respuesta es decepcionante. Según los ingenieros, los motores reventarán si lo intenta.
La negativa de los estudiosos solo le da a Eduardo más fuerzas para iniciar su proyecto, y este, se encierra en su taller durante días hasta que tras perder dos de sus dedos, consigue arrancar el primer motor gasolina transformado. No tarda en acoplarlo en uno de sus camiones y someterlo a la prueba más dura que se le ocurrió. Cargarlo con 10 toneladas de peso y hacerlo rodar desde su taller en Pontevedra hasta el puerto de Castellón, un trayecto de poco más de 1000 kilómetros que el vehículo supera sin avería reseñable. Es aquí cuando Eduardo Barreiros triunfa como mecánico.
Ahora, Eduardo ve una gran oportunidad empresarial, su motor transformado tan resistente como económico en el gasto de combustible, puede interesarle a más de un empresario, por lo tanto se dirige a Madrid a registrar la patente de dicha transformación para que nadie en España ni en sus colonias pueda llevar a cabo un proyecto similar sin su consentimiento.
Tras el registro, monta junto con su hermano un taller en Ourense donde el acelerado crecimiento de la demanda le conduce a trasladarse a Madrid, capital de España donde el crecimiento de la empresa sufre un gran auge.
Una vez que ya ha conseguida transformar tres cuartas partes de los motores en España, si pretende que su empresa siga creciendo debe fabricar sus propios motores. Esto es algo complicado, puesto que para ello necesitan la aprobación del I.N.I (el instituto nacional de industria). El problema se encuentra en que este instituto acapara las principales empresas del país, y no permite que nadie compita con ellas. Esta institución fue una de las favoritas del general Francisco Franco. Y sin esta licencia, Eduardo Barrerios está acabado.
Mientras el I.N.I. se dedica con la marca PEGASO a fabricar prototipos de vehículos turismos de lujo que no satisfacen las necesidades españolas del momento, la empresa de Barreiros presenta un proyecto que dará empleo a más de 1300 personas con la fabricación del motor EB-6 para vehículos industriales.
Al gobierno franquista no le hace mucha gracia que un empresario privado pueda hacerle sombra con un negocio más que rentable, pero tras mucha persistencia, le permiten fabricar una cantidad irrisoria de motores, en concreto tan solo pueden fabricar 1500 unidades, las cuales Eduardo fabrica mucho más del doble permitido aun sabiendo que esto le puede costar la cárcel.
Para más seguridad del gobierno, prohíben a la empresa Barreiros-Diesel importar piezas del extranjero, y sin ello, resulta imposible conseguir todo lo necesario para la fabricación en masa del EB-6. Sin más remedio, Eduardo se ve obligado al contrabando.
Tras la gran cantidad de trabas administrativas, a Eduardo se le ocurre algo a lo que el I.N.I. no se podrá oponer, es el mercado extranjero. Comienza con el mercado portugués, cuyo ejército saca a concurso unas 400 unidades de camiones.
Pronto Eduardo se pone en marcha junto con su equipo en la elaboración de un prototipo capaz de ganar el concurso. Este prototipo será bautizado como “El abuelo”, y como era de esperar, este camión tan robusto como potente gana el concurso.
Eduardo quiere sacarle partido a su triunfo en Portugal, pero sigue recibiendo las negativas del Estado, decide arriesgarse y continua construyendo y ampliando, asumiendo con ello las terribles consecuencias.
Tras una incesante lucha con el instituto de industria, Eduardo recibe una llamada de atención bastante seria por parte de este. Pero tras esa lucha, el sueño de Barreiros-Diesel sigue en pie y se encuentra en su mayor auge con la creación de una nueva fábrica que alberga el casi medio millón de metros cuadrados.
La familia Barreiros se pone al frente de un nuevo gigante industrial, la fabricación de Chrysler, los productos Barreiros llegarán a todo el mundo mediante la amplia distribución de los concesionarios Chrysler. Ahora Eduardo fabricaría no solo vehículos industriales sino turismos de lujo.
En menos de 2 años, Barreiros-Diesel se convierte en un monstruo de 2 millones de metros cuadrados junto con sus nuevos 50 mil empleados. El prestigio de Eduardo está por las nubes, se compra el primer avión privado de España, le otorgan la medalla al mérito civil. A partir del momento se le conoce como el Henry Ford español.


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